Wittgenstein e Investigaciones Filosóficas



Nuestro trabajo a partir de imágenes gráficas tiene un marco de referencia filosófico muy bien definido aunque pretendemos que esto no condicione la necesaria espontaneidad de una aplicación practica que es en definitiva una "actividad".
Este marco, de hecho la génesis del proyecto fue una conversación acerca del tema, esta basado en ideas del filosofo Ludwig Wittgenstein y concretamente de su segunda obra "Investigaciones Filosóficas". En esta etapa que suele ser conocida por los estudiosos como "segundo Wittgenstein" o "último Wittgenstein" se hacen unas reflexiones muy certeras sobre la forma en el que el lenguaje funciona como una actividad que va dando sentido a lo que hacemos los humanos a través de lo que denomina como "juegos del lenguaje" que son una construcción colectiva con una finalidad muy concreta que es poder comunicarnos con los demás.
La construcción de las Identidades pasa por la utilización de palabras que tienen un significado en función de la actividad que realizamos con ellas. En nuestro caso estas actividades son variadas y diversas con distintos niveles e intenciones y tampoco son palabras que utilicemos en exclusiva porque esas mismas palabras y otras que están en el diccionario son utilizadas socialmente hasta con la intención de excluir socialmente a las personas de diferente orientación sexual.
Para dar en este blog algo de la teoría que tratemos con mayor extensión en la pagina web que elaboremos con los contenidos que presentemos en el XXI Encuentro Estatal de Entidades LGBT de Zaragoza Enseñando a la mosca la salida de la botella nos ha parecido oportuno en vez de repetir lo que ya esta publicado poner una referencia sacada de la entrada del Diccionario de Filosofía de José Ferrater Mora en la que nos dice de una forma mucho mejor a la que podríamos utilizar nosotros lo que significan los conceptos enunciados en "Investigaciones Filosóficas" por Wittgenstein y que pueden ser de mucha utilidad para las personas que decidan utilizar el material grafico que hemos elaborado en el contexto de dinámicas sobre Identidad LGBT.




El "último Wittgenstein" encontró pronto el Tractatus sumamente insatisfactorio; en rigor, completamente insatisfactorio. Esta conclusión no fue en Wittgenstein resultado de una nueva argumentación mediante la cual mostrara que el Tractatus era erróneo; fue resultado de un nuevo modo de ver por el cual el anterior aparecía como una superstición. Esta superstición sobre el lenguaje había sido, por lo demás, producida por el propio lenguaje. Pues el lenguaje engendra supersticiones, de las cuales tenemos que deshacernos. La filosofía tiene ahora una misión distinta —aunque también de naturaleza "aclaradora"—: debe ayudarnos a rehuir "el embrujamiento de nuestra inteligencia mediante el lenguaje". Pero sólo podremos lograrlo cuando veamos claramente "el lenguaje", en vez de ilusionarnos sobre él tratando de descubrirle una esencia. No hay nada "oculto" en "el lenguaje"; hay que abrir los ojos para ver, y describir, cómo funciona. Ahora bien, el lenguaje funciona en sus usos. No hay que preguntar, pues, por las significaciones; hay que preguntar por los usos. Pero estos usos son múltiples, variados; no hay propiamente el lenguaje, sino lenguajes, y éstos son "formas de vida". Lo que llamamos "lenguaje" son "juegos de lenguaje". Uno de los muchos juegos de lenguaje sirve para describir. Pero hay muchos otros: para preguntar, para indignarse, para consolar, etc. No hay, pues, una función del lenguaje como no hay una función en una caja de herramientas. Una herramienta sirve para martillar; otra para agujerear, etc. No hay función común de las expresiones del lenguaje; hay innumerables clases de expresiones y de modos de usar las palabras, incluyendo las mismas palabras o lo que parecen ser las mismas. No hay ni siquiera algo común que sea el juego de lenguaje. Lo único que hay son "similaridades", "aires de familia", que se combinan, intercambian, entrecruzan. Pensar lo contrario es simplificar el lenguaje y con ello engendrar perplejidades, dejarse seducir por el embrujamiento del lenguaje, por una determinada "visión del lenguaje, que ilusoriamente suponemos ser la única, la "verdadera". No hay en los juegos de lenguaje nada oculto tras ellos; los juegos de lenguaje son el uso que se hace de ellos, el modo como sirven en las "formas de vida". Por haberse ilusionado sobre el lenguaje, se han suscitado lo que se han llamado "problemas filosóficos" y que no son en modo alguno "problemas", sino "perplejidades". Ahora bien, los problemas se resuelven, pero no las perplejidades; estas últimas sólo se "disuelven". Por eso los llamados "problemas filosóficos" tienen, según Wittgenstein, la forma: "No sé cómo salir del paso." Las perplejidades filosóficas no son problemas para los cuales pueda encontrarse una solución descubriendo una realidad en la que no se había reparado. En filosofía no hay nada oculto; todos los datos del sedicente "problema" se hallan a nuestra mano. Más todavía: los "problemas" en cuestión se refieren a conceptos que, fuera de la filosofía, dominamos perfectamente. Preguntar qué hora es no causa perplejidades. Pero inquirir acerca de la naturaleza del tiempo nos confunde. Trasladarse a otra ciudad no nos sume en abismales paradojas. Pero meditar sobre la naturaleza del espacio nos coloca en un laberinto en el cual no parece haber salida. Y, sin embargo, hay una salida: es la que consiste en liberarse de la superstición de que hay un laberinto. El fin de la filosofía es algo así como "salir de la encerrona" en que nos ha colocado nuestra tenaz incomprensión del funcionamiento, o funcionamientos, de los lenguajes. Todo ello parece conducir a la idea de que las cuestiones filosóficas son absurdas e inútiles. Pero no hay tal. Muchas de las llamadas "cuestiones filosóficas" tienen un sentido y aun un "sentido profundo". Éste consiste en  mostrarnos las raíces de nuestra perplejidad, y, sobre todo, en mostrarnos que tales raíces se hallan muy fuertemente hincadas en nosotros. Al fin y al cabo, debe de haber una razón por la cual algunos hombres se han sentido fascinados por "cuestiones filosóficas"; la razón es que estas cuestiones son, en verdad, "fascinantes". Son, en suma, "embrujadoras". Y hasta es posible considerar tales cuestiones, o cuando menos algunas de ellas, como la consecuencia de las embestidas que nuestra inteligencia da contra los límites del lenguaje. Al revés de lo que pensaba "el primer Wittgenstein", "el último Wittgenstein" no creía que las cuestiones filosóficas no tienen significación; si no la tuvieran, carecerían de todo poder de "embrujamiento".   Tampoco  creía que  las  cuestiones  filosóficas fuesen a la postre, pura y simplemente, "cuestiones lingüísticas". Las cuestiones filosóficas emergen  del lenguaje, pero no son "cuestiones lingüísticas":  son cuestiones acerca de realidades que nos sumen en confusión por no saber cómo tratarlas adecuadamente, por no saber cómo "ver" la "cuestión". Por eso la filosofía tiene por misión hacernos ver. La filosofía no explica ni deduce ni infiere nada: "pone a la vista" las perplejidades en las que nos ha sumido la tenaz propensión a olvidar por qué usamos ciertos conceptos, a pensar que hay caracteres comunes a las cosas, que hay algo que pueda llamarse "la realidad", etc. Y por eso la filosofía es una lucha, una "lucha contra el embrujamiento de nuestra inteligencia por el lenguaje".